
Se la conoce con el nombre de ANOSOGNOSIA. Y se entiende que la persona no puede comprender sus afecciones con exactitud y no es consciente de sus limitaciones.
¿Cómo se mide la anosognosia? Que sepamos no existen más criterios de medida que los establecidos por el psiquiatra, es decir subjetivos y acientíficos. Una palabra cómoda que justifica muchas medidas coercitivas y forma parte de los motivos para refrendar un diagnóstico grave como el de psicosis o esquizofrenia, justificando una relación de poder de la psiquiatría sobre el inadecuadamente llamado enfermo mental.

Hay que reconocer con pesadumbre y desconsuelo, que la falta de conciencia de enfermedad en salud mental es de especial popularidad, es un concepto que traspasa todas las orientaciones clínicas de la psiquiatría, desde la biologicista hasta las dinámica, y resuena como un violín mal afinado en todos los dispositivos asistenciales.
Este concepto tiende a incluirse en el registro psicótico como un síntoma más de enfermedad y se define como un predictor de tratamiento involuntario muy potente, más que la propia sintomatología.
Con otras palabras, un verdadero cajón de sastre, en donde la objetividad en el trato con el paciente se ha perdido, así como la palabra y la comprensión de la historia biográfica.
Porque, ¿cómo puedo trabajar con alguien que pienso que no sabe nada de lo que le pasa?
Ciertamente está asociado a la idea de que delirios y alucinaciones no tienen sentido ni significado, y la persona en ese estado puede cometer un cúmulo de errores graves. Se parte de la base así de que la psiquiatría sabe lo que hace y conoce exactamente las consecuencias de sus tratamientos que deben ir encaminados a mejorar la calidad de vida del paciente psicótico .

Ante esta respuesta nos preguntamos: ¿no puede ser la anosognosia algo que también padece todo el entramado de la atención en salud mental? Ya que éste actúa sin objetivar a nivel de los usuarios, los cuales tienen derecho a la información, a conocer las consecuencias de los tratamientos que se le aplican, y evaluar los daños colaterales y graves que los mismos les pueden producir: disminución del tamaño del cerebro con los llamados antipsicóticos, inflamación del mismo, calidad de vida, daños en la salud, sistema nervioso, cardiovasculares, corazón, riñones, síndromes metabólicos, afecciones dermatológicas, motoras, acatisia, disminución de la esperanza de vida…
Y… no hemos entrado en el daño profundo de calidad de vida, del mundo de las emociones y de la esfera de las relaciones.
¿Sería infundado que yo dijera que la psiquiatría, tal como se practica en el llamado civilizado mundo occidental padece una grave ANOSOGNOSIA?
Fdo.: M.ª Rosa Arija Soutullo, Psicóloga