Desde aquí nos gustaría denunciar las numerosas malas prácticas que la psiquiatría lleva a cabo de forma habitual, y de las que muchos de los que estamos aquí nos hemos visto afectados.

Empezando por los Diagnósticos que muchas veces se hacen de forma rápida tras una conversación de 10-15 minutos en la consulta del psiquiatra sin que transcurra un período de observación suficiente.

Asimismo, la psiquiatría es la única especialidad de la medicina en la que no se suelen utilizar pruebas de tipo físico-clínico como en otras ramas medicas como escaners, radiografías, analíticas, etc. que pueden permitir un diagnóstico basado en datos científicos. Los diagnósticos se suelen basar en los síntomas y en el comportamiento del paciente. Para ello los psiquiatras cuentan con el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders o DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) publicado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría. La edición actualmente vigente es la quinta, conocida como DSM-5, publicada en mayo del 2013, con una lista de más de 350 trastornos mentales.

En España el diagnóstico de trastorno mental que realiza el psiquiatra de la Seguridad Social suele quedar registrado en la historia clínica del paciente, y muy raramente se suele modificar, con las implicaciones que puede tener para dicho paciente a corto y largo plazo.

Con el diagnóstico frecuentemente viene acompañado un tratamiento, que en la mayoría de los casos suele ser de tipo farmacológico, y según hemos observado y en muchos casos experimentado en carne propia, es bastante común la sobremedicación y que la prescripción de los psicofármacos se prolongue en el tiempo. Normalmente se empieza un tratamiento farmacológico que tiene fecha de comienzo pero no de finalización; son muchos los pacientes a los que se les dice que tienen que tomar la medicación de por vida.

Además, hemos observado que no suele haber una correcta información al paciente sobre el funcionamiento y efectos de estas medicaciones, por lo que no se puede hablar de que exista un consentimiento informado.

Robert Whitaker: No existe consentimiento informado en psiquiatría

Son muy escasos los psiquiatras que cuentan con programas para ayudar a los pacientes en la retirada de estas medicaciones, que según hemos comprobado pueden ser tremendamente difíciles de dejar, pues a lo largo del tiempo van alterando el cerebro, y si se dejan de forma abrupta o con demasiado rapidez pueden dar lugar a psicosis de rebote, que en ocasiones pueden ser virulentas y peligrosas para el propio paciente y las personas que le rodean.

Por otro lado, una práctica habitual en psiquiatría son los tratamientos forzosos así como los ingresos involuntarios, que en la práctica vienen a ser como una detención del paciente, pues este queda privado de libertad, no contando siquiera con los derechos de una persona detenida, y durante dichos ingresos el psiquiatra, con la autorización del juez, puede realizar los tratamientos que considere oportunos.

Entre los tratamientos que se ha constatado que en ocasiones se aplican en contra de la voluntad del paciente está el Electroshock o Terapia Electroconvulsiva (TEC) que a día de hoy se sigue realizando de forma habitual en hospitales públicos a lo largo y ancho de nuestro país. Según indican numerosos estudios internacionales el TEC puede producir pérdida de memoria, así como daños cerebrales a largo plazo.

Otra práctica habitual en las unidades de psiquiatría es el uso de contenciones mecánicas en pacientes que presentan agitación, y no siempre se respetan las pautas marcadas por los tratados internacionales al respecto. Es importante que estas contenciones (normalmente sujeciones a la cama) se utilicen correctamente y nunca como medio de castigo. Asimismo, la falta de personal tampoco debe ser una justificación para un uso excesivo de las sujeciones.

Por otro lado, es importante tener en cuenta que en una situación de crisis del paciente, la alternativa a las contenciones físicas sería la contención química mediante el uso de medicaciones en dosis altas, especialmente antipsicóticos (neurolépticos), y su efecto sobre la salud del paciente podría ser peor.

Con todo lo dicho, es evidente que todavía hay un largo camino que recorrer para llegar a una psiquiatría realmente terapéutica y respetuosa con la salud y los derechos de los pacientes. Como afectados desde aquí deseamos hacer nuestra contribución a que se vayan corrigiendo este tipo de malas prácticas, que tanto hacen sufrir a los pacientes y sus familias.