No es de extrañar, analizando los hechos que a los psiquiatras se les llame dentro de ciertos círculos policías de la mente, por la presión ejercida sobre los pacientes para forzar su voluntad y su conducta.

Se podría pensar que es un argot peyorativo, que nos estamos pasando, que al fin y al cabo los psiquiatras lo que quieren es curar. Esa es la imagen social, los psiquiatras son los especialistas a donde van los locos para que les aprieten los tornillos.
La pregunta es: ¿a quién hay que apretarle los tornillos?, ¿a los locos?, ¿a los que les quitan el carnet de identidad, desde que entran por las puertas de la Unidad Hospitalaria de Salud Mental? O… ¿a los cuerdos?, que se gastan el dinero en blindar un espacio como si fuera una cárcel.

Porque si yo fuera un policía de verdad, de esos que salen en las películas de la tele, o me pusiera el sombrero y llevara la lupa del inspector Holmes, quizás diría elemental querido Watson, nos han querido dar pan con queso, pongamos a todos los sospechosos del asesinato del alma en una habitación y hagámosles hablar y que nos cuenten qué pasa dentro de esas cuatro paredes hospitalarias, en donde quien sale parece que tiene la voluntad doblada, el corazón encogido, el rostro inexpresivo, cuando no se mueve continuamente, ¡ah creo que es acatisia!, hace gestos raros, y parece mucho más loco que antes. Perplejo Watson no sabe qué responderle, parece que está en el caso más difícil de su vida.

Ciertamente lo es porque el montaje es perfecto, y la pericia de Holmes no llega a la punta del zapato, a la pericia de los que han ido poco a poco blindando un sistema de tratamiento donde lo que enferma se vende como cura, y lo que cura, o podría curar, como es la palabra, la palabra mágica de la ternura, del amor, de la libertad y del respeto, no se practica.
¡Qué menos que los locos puedan llamar a los psiquiatras policía de la mente! Qué menos que puedan requerir la ayuda del inspector Holmes, del inspector Gadget de dibujos animados, o de cualquier otro detective de las novelas negras para que les expliquen por qué se les ata con correas.
Holmes y Watson se han quedado petrificados cuando dentro de sus pesquisas han descubierto que las huellas de los zapatos de la psiquiatría, que han seguido marcha atrás rastreando los comienzos, les han conducido a lugares insólitos y tan inhóspitos que parece estar situados dentro de las salas de torturas de la Edad Media, una tortura refinada en pleno siglo veinte y veintiuno, una tortura sibilina y silenciosa, cruel y destructiva, presentada hacia afuera como si no pasara nada. Peor aún disfrazada de buen hacer, de salvación, de querer lo mejor para ti. ¡Pobre! Has caído en la trampa de pensar que tienes un cerebro estropeado, y que si no te tomas lo que te damos, los fantasmas que te persiguen se van a multiplicar por cuatro.

CONTINUARÁ…
Fdo.: Rebeca Otero
