Cuando uno está fuera de los circuitos de la salud mental institucional le cuesta pensar en el mundo oscuro pero no por ello menos real que se esconde tras ciertas prácticas psiquiátricas, en la coacción que puede llegara sufrir alguien calificado con un trastorno mental llamado grave, en torno a criterios que no son científicos, y en el trauma que sufren cuando entran en una unidad de psiquiatría hospitalaria.

En pleno siglo XXI ese mundo oscuro, desolador y traumático, en el que se ejecutan prácticas coercitivas contra los derechos humanos, existe, lamentablemente existe. Y hay que dar muchos pasos para crear la conciencia social necesaria para que deje de existir, para que sea historia del pasado, para que se respeten los derechos humanos de un grupo de personas que son tratadas con menos derechos que cuando a alguien se le acusa de un delito.
Hay que dar muchos pasos para que se respeten los derechos humanos de un grupo de personas que son tratadas con menos derechos que cuando a alguien se le acusa de un delito.

Las disculpas para este trato vejatorio nos las sirven en bandeja de plata: ¿Qué se puede hacer? Es un peligro para sí mismo o para la sociedad. Está enfermo gravemente enfermo. Su enfermedad es incurable. Padece una crisis psicótica a filiar. Tiene esquizofrenia. Padece una psicosis maniaco-depresiva, es un bipolar… Etiquetas que no definen a la esencia de la persona, sino que cosifican, causando daño iatrogénico. Etiquetas basadas en unos criterios diagnósticos definidos por unos manuales acientíficos, los DSM, redactados al calor de intereses ligados en muchos casos a la industria farmacéutica. Etiquetas que crean estigmas graves, y que constituyen un elemento de cosificación de la persona que lo que reclama es ayuda, diálogo, comprensión de lo que le pasa, no pide que se la someta a más dolor y sufrimiento.

En la Unidades de Agudos de los Hospitales hay experiencias traumáticas. Son numerosos los estudios que lo indican. Hablemos de uno de ellos, el de Paksarian et al. 2014 (1). Los pacientes que fueron hospitalizados por episodios psicóticos, pasados diez años, lo vivían aún como una experiencia traumática en un 69% de los casos. Es una cifra realmente muy alta. Como la que nos dan en el estudio de primeros ingresos por episodio psicótico con un porcentaje del 80%, en la investigación de Tarrier et al, realizado en el 2007 (2). De los encuestados, consideraban que el trauma era severo por el tratamiento que recibieron en un 66%. Cifras que hablan de un gran daño sufrido.
Hay una amplia gama de intervenciones coercitivas durante un ingreso hospitalario que se divide en cuatro tipos básicos, como señala la Asociación Española de Neuropsiquiatría, en Coerción y Salud Mental (2017) (3):
1) Terapias mediante contención. Antipsicóticos, TEC, procedimientos de coerción indirecta.
Los procedimientos de coerción indirecta son acciones que sin ser una fuerza física influyen de una forma coercitiva en la voluntad, como dar a entender que sus acciones tendrán consecuencias negativas si no acepta un tratamiento, o que se le negarán ciertos beneficios, si no coopera.

Otra forma de coerción indirecta es la limitación de la persona tratada en la toma de decisiones. Bueno… algo opina, pero muy frecuente en hospitalizaciones involuntarias es negarle el derecho a decidir, tanto a él, a lo que acompaña incluir en el lote a la familia, que pinta poco, y cuando quiere pintar se la anula de un plumazo, diciendo que ellos tampoco tienen conciencia de la enfermedad de su hijo.
También hay coerción, dicen que indirecta, pensamos que directa, cuando a la persona se le da medicación sin su consentimiento, incluso si se considera que es por su bien.
Se presiona con el uso de antipsicóticos de acción prolongada, es decir los inyectables. A veces, hasta se le sugiere a la persona tratada que no se le da el alta sin esa prescripción, lo cual es, se mire por donde se mire, claramente una forma de coerción.
2) Uso de medidas terapéuticas sin un objetivo primario terapéutico. Contención química. TEC.
Se refiere a la aplicación de intervenciones de salud mental para fines de prevención.
Entre ellas el uso de la TEC (Terapia Electroconvulsiva) para pacientes con riesgo de suicidio, el uso de antipsicóticos para prevenir un nuevo episodio psicótico…
¿Cómo se puede medir el riesgo de suicidio? ¿Son las escalas científicas? ¿Puede ser lícito dañar las células del cerebro con esa excusa?

A veces la situación se sitúa en una coerción que es insoportable y que está más allá al margen de lo que la ley por sentido común puede permitir.
A veces la situación se sitúa en una coerción que es insoportable y que está más allá al margen de lo que la ley por sentido común puede permitir, como en el caso de Manuel, tratado en la Unidad de Salud Mental del Hospital Conxo, A Coruña, que recibió electrochoques en contra de su voluntad y de la de sus padres, al poco de ser hospitalizado. Ya la primera pregunta es: ¿Cómo puedo saber que fallan otros métodos cuando no doy tiempo a que hagan efecto? ¿Es que se puede atentar contra la memoria de alguien, agrediendo sus cerebro, porque piense que quiera suicidarse, cuando nunca lo ha intentado?
3) Separación. Unidades con puertas cerradas, aislamiento, aislamiento en áreas amplias, ubicación en zonas alejadas.
Los efectos negativos de estas medidas son generar hostilidad en los pacientes, aumentar la sensación de encierro y falta de libertad, la desconfianza y ansiedad, y el rechazo al tratamiento.
Está demostrado que hay psiquiatras capaces de trabajar en Unidades Abiertas, y que estas experiencia no son de ahora, sino desde hace muchos años como las llevadas a cabo en Italia por el psiquiatra Giorgio Antonucci (4), a partir de 1973 y durante dos décadas.

Antonucci nos dirá, refiriéndose al trato con los mal llamados enfermos mentales: Hay una manera de matar más precisa y terrible que el asesinato de los individuos, y la masacre de los pueblos, es el no reconocer a los demás hombres.
Hay una manera de matar más precisa y terrible que el asesinato de los individuos, y la masacre de los pueblos, es el
NO RECONOCER A LOS DEMÁS HOMBRES.
¿Cómo se puede sentir alguien que se le cierra las puertas de donde está porque se teme lo que puede hacer?
Las puestas cerradas de las Unidades son un símbolo de opresión. Nos hemos acostumbrados a ellas, a verlas. ¿Realmente sirven para proteger? Las puertas cerradas están cerradas en las cárceles. En psiquiatría son una forma de coerción y de expresión de que estamos deshumanizando al otro.
4) Contenciones mecánicas. Correas, camisas de fuerza, barrotes, camas nido, envoltorios húmedos.
Aunque se dice que se busca que sean eliminadas, el hecho es que siguen existiendo y se practican con frecuencia.

Pueden causar lesiones físicas a las personas, ya simplemente por el hecho de estar inmovilizadas por un tiempo largo.
En Galicia, en el sanatorio privado de la Robleda, A Coruña, se encontraron que había personas ingresadas que eran atadas durante semanas y otras que permanecían aisladas, según se recoge en diferentes diarios de la prensa gallega. La noticia es reciente, del 7 de febrero del 2025.
También conocemos un caso reciente en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. La madre de la paciente relata en una entrevista publicada en La Opinión el 7 de octubre de este año 2025, que a su hija, una menor de edad, se le practicaron contenciones diarias, un total de 41 en un mes, según el periódico EFE. La ataron a una cama y la medicaron a la fuerza, comenta la madre.
A las coerciones descritas se une la confiscación de la ropa y objetos personales, como puede ser el móvil. Y… otras coerciones informales como la restricción total o parcial del tabaco, paseos, permisos de fin de semana.
Hay también otro tipo de coerción, la coerción informal que tiene que ver con la transparencia , la equidad, la dignidad y la calidad de la alianza terapéutica.
La coerción sigue existiendo hoy día. No es cosa del pasado, como demuestran numerosos testimonios de personas que ingresan en las Unidades llamadas de Salud Mental.
¿Qué puede sentir alguien, que se encuentra que cuando se le ingresa involuntariamente está detrás de una puerta cerrada y ha perdido su capacidad de decidir sobre su vida?
“Es peor que estar en una cárcel”, son palabras comunes para describir la experiencia.
Como indica el protocolo, el hospitalizado por psicosis no se librará de recibir un neuroléptico con sus graves efectos secundarios, y esto en orden a un tratamiento que lo que hace es adormecer, crear malestar, ideas raras, y el sentimiento de estar dentro de una camisa de fuerzas, y con graves efectos secundarios. En general no se le explican ni a él ni a la familia, porque claro, para la psiquiatría, es el tratamiento estrella, el fundamental que se aplica en la psicosis, como si no hubiera otros medios para sacarle adelante. Para la psiquiatría biomédica, cualquier otro tratamiento está indudablemente en un lugar subsidiario, de segundo orden.
Cuando miras esta amplia lista de métodos coercitivos piensas que el resultado positivo de la coerción no puede ser esperado, no existe, y que todas ellas suponen un gran sufrimiento para quien las padece. Van en contra de una buena alianza terapéutica, de un diálogo profundo, de un tratamiento con resultados de cura. Porque adormecer no es curar, es simplemente retrasar la solución de un problema vital, y crear impedimentos serios para su recuperación.
Como decía Matersson (5) ya en 1984, quien abogaba por la prohibición de todas las drogas neurolépticas por el enorme daño que hacen a la salud física y psíquica del paciente::
Los neurolépticos han causado su daño de dos maneras: primero, debido al daño directo al cerebro y a las funciones mentales, segundo, porque están ligados a puntos de vista falsos y abominables de los problemas humanos y de los seres humanos.
Los neurolépticos dañan de dos maneras: por daño directo al cerebro y por estar ligados a puntos de vista falsos y abominables.
La coerción impregna las relaciones asistenciales del (mal) llamado enfermo mental. Hay una paradoja de las políticas asistenciales que si se definen como servicios que apuestan por la recuperación, no pueden obtener buenos resultados. Como dice el estudio de Calcedo Barba del año 2000 (6): El engaño genera problemas en pacientes que se siguen sintiendo heridos y ofendidos mucho tiempo después de haber dejado la hospitalización.
Ningún tratamiento eficaz puede darse al lado de la coerción, nos dirá Kirk et al (2013) (7).
Ningún tratamiento eficaz puede darse al lado de la coerción.
Lo que los usuarios hospitalarios de salud mental ponen encima de la mesa es un relato de daños, de sufrimiento moral, de traumas, de sentimientos de humillación y de atropellos. Así la relación médico-paciente, psiquiatra -paciente, se presenta como una relación tóxica, donde los resultados son en general negativos.
Entre un 69% y un 80% de personas ingresadas lo viven como un trauma. Esto indica que el sistema psiquiátrico de modelo biomédico no funciona, necesita ser reemplazado.
Mientras, una sociedad dormida, porque se le ocultan datos, sigue aceptándolo, pensando que la psiquiatría es una ciencia que ayuda.
Cada vez son más las voces discordantes, que ante los desastres que producen, poco a poco están formando una ola de quejas de dimensiones imparables.
M.ª Rosa Arija Soutullo. Psicóloga.
16 de octubre del 2025
REFERENCIAS:
(1) Paksarian et al. Perceptions of hospitalization-related trauma and treatment participation among individuals with psychotic disorders. Psychtr Serv. February 1. 2014
(2) Tarrier et al (2007). The subjetive consequences of sufferinga first episode psychosis: trauma and suicide behaviour. Soc. Psychiatry Psichiatr Epidemiol.
(3) Coerción y salud mental. Asociación Española de Neuropsiquiatría. Cuaderno Técnico n.º 20. Madrid, 2017.
(4) Antonucci, Giorgio. El prejuicio Psiquiátrico. Editorial Katarak, 1989
(5) Lars Martensson. ¿Deberían prohibirse los fármacos neurolépticos? Compromiso y Derechos Civiles de los Enfermos Mentales. Actas de la Conferencia de la Federación Mundial de Salud Mental en Copenhague, agosto de 1984. Editado por K. Jensen y B. Pedersen, SIND, Copenhague, 1985. Reimpreso y traducido numerosas veces.
(6) Calcedo Barba, J. La coerción y el engaño en la práctica de la psiquiatría. Congreso virtual de Psiquiatría. 1-15 de marzo 2.000.
(7) Kirk et al. (2014) Mad Science: Psychiatric Coercion. Diagnosis, and Drugs USA: Transation Publishers.
