Escribo estas líneas desde el centro donde mi hijo está ingresado para hacer rehabilitación por una lesión tras una caída hace 5 meses. Primero estuvimos un mes en la UCI y después dos meses en la planta de neurocirugía donde le intervinieron.

Son ya muchos años los que llevamos atrapados por la psiquiatría, desde aquel maldito día en que una doctora nos dijo que Mario necesitaba tomar medicación y que si no no podía continuar con la psicoterapia que estaba haciendo con el psicólogo, y que tan bien le estaba yendo.

Nos dijo que la psicoterapia tenía que ir acompañada por un tratamiento farmacológico, que él realmente necesitaba. No supe en lo que nos estábamos metiendo, confíe en esa doctora. Desde entonces Mario quedó atrapado en la medicación, para cuando me di cuenta de que no le estaba haciendo bien era demasiado tarde.

Mario llevaba tiempo encontrándose mal, sufría una acatisia brutal y no dormía bien por las noches. Entró en mi habitación, “la cabeza me va a estallar”, “no puedo más”. Cuando me quise dar cuenta estaba sentado en el borde de la ventana, “Mario, ¡no!”. Le agarré de las manos pero sus dedos se deslizaron entre los míos y cayó a la oscuridad de la noche.

Pensé que había muerto del golpe, pero sobrevivió milagrosamente. Empezaba un nuevo calvario para nosotros.

Estando en la UCI vinieron los de psiquiatría. Mario apenas había despertado del coma, y todavía llevaba una venda en la cabeza tras la craneotomía. Las psiquiatras me dijeron que querían hablar con él para evaluarle.

“¿Qué hacen aquí? Mario no puede hablar, ¿no ven que tiene una lesión muy grave en la cabeza?”

“Pueden hablar conmigo, soy su madre. Además, me ha nombrado su representante para temas sanitarios, lo hicimos ante notario”.

Actué como una madre protegiendo a su cachorro herido. Las psiquiatras se marcharon enfadadas de la UCI. Pensé que me había librado de ellas, pero unas semanas después estando ya en la planta de neurocirugía a la espera de una segunda operación, la Guardia Civil me entregó una citación para estar al día siguiente en el juzgado. No sabía para qué era, pensé que sería algo relacionando con Mario y avisé a mi abogado.

Cuando llegué al juzgado mi abogado me estaba esperando, estaba leyendo un documento, me dijo “Es una solicitud de un internamiento involuntario… para ti”. Casi me caigo de espaldas, lo solicitaba psiquiatría del hospital.

Tras someterme a una evaluación con una psiquiatra forense y una vista con el juez, y después de muchos nervios, nos notificaron que se denegaba mi ingreso involuntario.

“Has tenido mucha suerte, Alicia, parece que este juez ha querido hacer las cosas bien”. “Si no, no hubieras salido del juzgado por tu propio pie, te habría estado esperando una ambulancia para llevarte a la planta de psiquiatría del hospital”.

Esa tarde regresé a nuestra habitación en el hospital, estaba aliviada y a la vez agotada emocionalmente. Después de que mi hijo cenara apagué la luz y me acurruqué en el sofá-cama con el edredón, encendí el ordenador y me puse los auriculares para distraerme un poco del día, me acordé de un album de música sacra que me había pasado una amiga y puse la primera canción de la lista, “Oración de San Benito” del grupo Harpa Dei, empecé a escuchar el cántico:

Crux Sacra Sit Mihi Lux, Non Draco Sit Mihi Dux, Vade Retro Satana
Nunquam Suade Mihi Vana, Sunt Mala Quae Libas, Ipse Venena Bibas

Que se repetía una y otra vez, de forma incesante. Empecé a relajarme, sentía que me hacía bien. Las únicas palabras que entendía eran “Vade Retro Satana”.

No me cabía ninguna duda de que había sido un ataque del Maligno. Nunca hasta entonces había tenido una sensación tan clara de que estamos en una batalla espiritual.

Al día siguiente vinieron las psiquiatras a la habitación a ver a Mario. No dije nada. Me miraban con curiosidad, como preguntándose “¿Cómo ha conseguido escapar?”

Comentarios (2)

  1. Fiona Westbury

    Responder

    Estoy sin palabras. En qué se ha convertido este país? Estamos todos contigo, querida Alicia.

  2. Responder

    El diablo solo vino a robar a encarcelar a cegar y a matar Pero Dios nos dio sus armas para estar protegidos de ese enemigo Se encuentran en la Biblia Efesios 6 del 10 al 20 Dios te cubra con su sangre preciosa a Ti y a tu amado hijo Dios te de la fuerza del Leon de Juda que es nuestro Señor Jesucristo

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