19 septiembre 2024
Hace unos días escribíamos sobre un joven obligado por su psiquiatra y un juez a recibir, contra su voluntad, tratamiento con electroshock. Y en un segundo post relacionado con esta práctica tan polémica, y que parecía extinguida, narraba el caso de otro chaval que recibió uno de estos tratamientos electroconvulsivos y ya os adelanto que la cosa no salió bien. Lo tenéis bajo el título de Cuidado con la Estimulación Cerebral Profunda, una intervención quirúrgica (un electroshock) que puede salir mal.
En esta segunda publicación os ofrecemos un análisis crítico del documento de consentimiento informado que firmó esta segunda persona.
Ahora lo que quiero enseñaros, literalmente -aunque protegiendo la intimidad y datos personales del chico, Iván-, es la chapuza de consentimiento que firmó este. A los dos días, la familia lo revocaría, tras informarse por otras vías sobre la peligrosidad de la intervención, a la que por cierto, han sometido durante 10 sesiones finalmente.
El documento, firmado en marzo de 2023 cita la Ley general de sanidad de 1983 en el encabezado. En él, Iván firma que ha sido informado por su psiquiatra, la doctora M.P.G., en cuyo documento plasma lo siguiente:
«e igualmente de los beneficios que se esperan y del tipo de riesgos que comporta su realización (complicaciones más frecuentes) y su no realización, así como de las posibles alternativas por los medios asistenciales de este Centro».
Y añade:
«He comprendido toda la información que se me ha proporcionado y mis dudas han sido aclaradas satisfactoriamente». Iván consentía a los profesionales de Psiquiatría «que me practiquen el procedimiento [el ELECTROCHOQUE (así en el original)]» y «en caso de urgencia o por causas imprevistas podrán realizarse las actuaciones médicas necesarias para mantenerme con vida o evitarme un daño».
¿Y cuál fue TODA la información que le dieron sobre el tratamiento? Pues os la dejo íntegra:
Pero todo era una pantomima:
«Solo nos dieron a firmar ese papel. Nada más. Esa es toda la información. También del anestesista. Lo firmamos un lunes. Lo revocamos el miércoles. Y ahí empezó todo. Y ni los recursos del abogado sirvieron para evitar que a mi hijo le aplicasen el electroshock. Como información, lo que se dice información, nada más. Ese papel», comenta el padre del joven.
Llama la atención lo cutre del documento, con rancio sabor añejo, cuando el Consentimiento informado que firmó el protagonista de nuestra otra historia, S., es anterior, año 2018 y mucho más explicativo, cuatro páginas que, aunque rebajan los posibles daños del procedimiento, ofrecen mucha más información:
Se ve que hay consentimientos de primera y de segunda clase en la actual psiquiatría.