La medicación lejos de ser un tratamiento es en realidad un dopaje.

 A los padres  les falta información sobre los riesgos de los PSICOFÁRMACOS en el desarrollo de sus hijos.  

  Hay un poderoso lobby farmacéutico con intereses económicos muy claros. Se encuentran con frecuencia que personas que defienden el TDAH tienen conflictos de intereses. 

Mi hija fue diagnosticada de déficit de atención. Me mandaron ir al psiquiatra, pero por la experiencia de unos amigos, se  ya lo que pasará, le mandarán Concerta o quizás Ritalín. No quiero que mi hija se psiquiatrice, es una niña normal  que  ha pasado por un problema de dificultad lectora. No considero que sea porque tenga  falta de atención generalizada. Persiste en su actividad en las tareas que no le cuestan. Yo trabajo con niños pequeños. Sé lo que es estar con un niño. 

 La hija de uno de  mis amigos, tratada médicamente,  no he visto que haya mejorado, al contrario. (Laura)

   No son enfermos, es una manera de ser, como otra cualquiera.  El TDAH no existe nos dirá el catedrático de Evaluación y Tratamientos  Psicológicos de la Universidad de Oviedo, Mariano Pérez Álvarez.  Rotundamente  afirma: Al cerebro de estos niños no les pasa nada. 

Podemos hablar de  estilo de personalidad  que caracteriza a ciertos niños como también a los adultos, que tienen más energía, en apariencia son más inquietos, se centran menos, pero eso es normal.

 ¿Es la falta de atención un problema? Se necesita tolerancia.  Y en el caso de que supusiera alguna dificultad para el progreso escolar, ayudarles. No todos los niños aprenden a la misma velocidad.

 Desde hace muchos años se ha sabido que concentrarse es más difícil para unos niños que otros.  Para  Le Galle los niños, los temperamentos de base nerviosos, presentan dificultades de atención. Estos niños, en lenguaje popular son inquietos. Sin embargo no por ello necesitan medicarse, sino encontrar un entorno educacional escolar y familiar que les ayude. 

Como describe este autor cada carácter tiene sus ventajas, y no son pocas las del llamado temperamento nervioso. Esta manera de ver la realidad desde un enfoque psicológico, es mucho más amplia que la etiqueta del TDAH, no es dañina y  es  un abordaje sin efectos secundarios. 

  El paradigma de un buen trabajo no es la enfermedad mental, ni la inmadurez del cerebro, ni la medicación. Las personas, empezando desde edades muy tempranas son muy diferentes.  El modelo es  aceptar ciertamente que puede haber niños más inquietos, con dificultades de atención, lo cual puede obedecer a múltiples razones,  que  es importante conocer,  pero no se debe aceptar que se  les  cuelguen etiquetas, sino impulsar a sacar lo mejor de ellos mismos. 

  Le Galle, un clásico, ya  en 1962 recomienda  colocarles  ante el acto  que hay que cumplir, ayudarles a lanzarse al agua,  es decir a actuar, confiarles  obligaciones, entendiendo que puede tener sus  dificultades en tareas prolongadas.  Y no hacer caso a sus propuestas de dejar para mañana sus trabajos. Hay que  fomentar hábitos, la regularidad en sus acciones, el orden en sus  día a día, horas de comida, de sueños… Para el niño  sentirse  valorado es un importante motor, así como conseguir éxito en sus acciones, lo que refuerza  el trabajo de centrarse.  

 Hablando de la medicación,  Concerta, el famoso y conocido Concerta, la Organización Mundial de la Salud, lo incluye dentro del grupo de los estimulantes de tipo anfetamínico, en los que  están   sustancias como metcatinona, fenelitina, efedrina, pseudoefedrina y el llamado metilfenidato, además de las anfetaminas  y la metanfetamina.  El compuesto de Concerta es el metilfenidato. 

La misma composición tiene el Ritalin, psicoestimulante aprobado para el trastorno de déficit de atención, y recetado con frecuencia. 

Lo que se  sabe, es que a largo plazo va a disminuir la estatura de los niños sin disminuir el problema, afirmará  el catedrático Mariano Pérez. Y que hay que crear un contexto en donde se facilite  que aprenda a esperar y se ayude a desarrollar  el autocontrol. Enseñarles a seguir reglas y a relacionarse con los otros.  

 Hace ocho años, mi hijo mediano estaba pasando una mala época, le diagnosticaron TDAH. Nos pilló por sorpresa, pero, al cabo del tiempo, vimos  que aquello no iba bien y le sacamos del programa. 

  Son palabras de Iñaqui Redín, biólogo. Ha publicado un libro titulado Educar sin drogas, en el que entre otros temas aborda el  TDAH. 

 Recetan metilfenidato a niños y niñas, esto es un disparate.  Según Redín esta droga lleva a sitios donde no quieres ir. El Speed, como se la conoce  es una droga que pone ansioso, y no es lógico que un excitante sea lo más adecuado para una persona excitada. El menor pasa a tener  un sueño de mala calidad o a estar siempre medio dormido o en estado de alerta.  

 Si los padres vieran cómo están sus hijos en el aula, abandonarían el tratamiento. Es doblemente dramático, porque las pastillas no arreglan nada y acaban provocando la enfermedad… Al cabo del tiempo, esos chicos, efectivamente no pueden mantener la atención, disminuye la comprensión lectora… y el trastorno se materializa de verdad.  

Para Redín, el TDAH no se puede tener porque no existe. Es una enfermedad sin base biológica. Hay  niños y adolescentes con problemas, pero eso no quiere decir que lo  tengan.

 A los docentes no les hace falta  mucho tiempo para saber si un niño está siendo tratado de TDAH.

  Nos explica que no hay ninguna prueba diagnóstica cerebral gráfica que diferencia entre un cerebro sano y un cerebro con TDAH. Y sí que hay una evidencia científica entre un cerebro tratado con speed y otro sin tratar.  

 Peter C. Gotzsche va en la misma línea:

– A corto plazo estos fármacos pueden hacer que los niños se queden quietos en clase, pero ese efecto desaparece bastante rápido.

– Los daños a corto plazo incluyen tic, espasmos, y otros comportamientos similares a síntomas obsesivos compulsivos, todos los cuales pueden llegar a ser bastante comunes.

– Los estimulantes reducen la actividad mental y conductual espontánea en general, incluido el interés social lo que conduce a  la apatía e indiferencia.

– Y muchos niños – más de la mitad en algunos estudios- desarrollan depresión y conductas compulsivas sin sentido.

– En la escuela el comportamiento compulsivo es a menudo interpretado como una mejora, aunque el niño pueda simplemente copiar obsesivamente todo lo que se muestra en la pizarra sin aprender nada.

– Algunos niños desarrollan manía  u otras psicosis,  por lo que se  que se les da fármacos adicionales  que conducen a la cronicidad.

– Los daños de los fármacos se confunden a menudo con un empeoramiento de la construcción social llamada “enfermedad”  que conduce a  diagnósticos adicionales, por ejemplo depresión, trastorno obsesivo compulsivo o bipolar.

– Los estimulantes aumentan el riesgo de violencia.

– Como en el caso de otros psicofármacos los efectos a largo plazo son perjudiciales.

 Lo que afima Gotzsche  sobre sus efectos aparece también reflejado por otras fuentes, como Drugs.com  quienes describen: nerviosismo, irritabilidad, dificultades para conciliar el sueño, mareos, náuseas, vómitos, pérdida de apetito, de peso, dolor de estómago, diarrea, acidez estomacal, boca seca, dolor de cabeza, tensión muscular, somnolencia, movimiento incontrolado de una parte del cuerpo, intranquilidad, sudoración intensa, dolor de espalda.

  Otras páginas como la de Child Mind Institute, que aprueban la medicación, dicen que  puede observarse  que los menores se molestan más fácilmente cuando el medicamento ha dejado hacer efecto, señalan procesos de irritabilidad, no comer tanto, y retraso en el crecimiento., problemas de sueño…. Es decir, que los efectos negativos se señalan desde todos los ámbitos. 

 También pueden aparecer otros efectos más graves como indica Gotzsche, y que se pueden leer también  en Drug.com, que aunque son menos  frecuentes (0,1 a 1%) pueden aparecer al tomar Concerta trastorno psicóticos, alucinaciones auditivas, visuales tactiles, ira, ideación suicida, estado de ánimo alterado, humor, llanto…  Las alteraciones son muy frecuentes en el Sistema nervioso (1 al 10 %) 

Te quedas atónita. Con las informaciones que tenemos ya sólo de los efectos secundarios, podríamos decir que ciertos colectivos de la psiquiatría, de la sanidad , y los laboratorios farmacéuticos que los fabrican y venden  es muy posible que pertenezcan, ellos sí,  al mundo de los negacionistas. No ven una realidad evidente, el daño que producen.    

 Si añadimos otras informaciones, como el conocimiento de que los  ensayos de medicamentos para el TDAH  están sesgado en un grado excepcional, incluso según los estándares psiquiátricos, nos preguntamos qué interés hay de medicar a nuestros hijos. Los  económicos de las farmacéuticas aparecen claros, para ellas es un gran negocio de muchos beneficios. 

 A los padres  les falta información sobre los riesgos que en el desarrollo de sus hijos asumen de cara a su futuro cuando se entra en el tema de la medicación psiquiátrica.

 Hay que  promocionar habilidades de gestión parental y escolar  para los niños más intensos, más inquietos.

 Muchos educadores y maestros se encuentran preocupados por esta crecida exponencial de TDAH, de una enfermedad que no es real, no entienden ni están de acuerdo. 

Lo que existe, y es muy preocupante es el fenómeno de patologización de los problemas normales de la infancia convertidos en supuestos diagnósticos a medicar. (Mariano Pérez)   

  Hay que aceptar que una realidad es cierta, los niños cambian a medida que crecen.  La hiperactividad y la impulsividad  tienden a disminuir por sí solos al ir madurando el niño o adolescente. Siempre ha habido niños y jóvenes más nerviosos que otros. 

Gotzsche señala también que: El  TDAH es sólo una etiqueta. No existe.  

  A lo que suma: Hay diferencias entre los niños de una misma clase a efectos de maduración según hayan nacido a primeros de año o a finales del mismo, lo que implica que se diagnostiquen más TDAH a los niños nacidos en los últimos meses del año. 

 Este diagnóstico no debería ser un prerrequisito para obtener ayuda extra o dinero para las escuelas.

Algunos países han experimentado un aumento vertiginoso del uso de psicofármacos en niños lo que es directamente atribuible a las asociaciones de las escuelas con los hospitales. 

 Por último,  Gotzsche nos das da tres recomendaciones básicas. 

1 – No acepte nunca que su hijo sea tratado con “Speed con receta”.

2 – Tampoco lo acepte usted, resístase a convertirse en un número sin rostro en el nuevo mercado  para adultos.

3 – Trate a los niños con paciencia y empatía que les permita crecer y madurar  sin fármacos.   

 Volviendo a Mariano Pérez Álvarez, quien indica que el TDAH es un cajón de sastre en donde todo cabe, también los niños con altas capacidades que tienen una tremenda energía, gran imaginación, cuestionan la autoridad,  carecen a veces de interés por el colegio,  y que a menudo son confundidos con niños inatentos y diagnosticados con este trastorno. Un disparate más. 

 La medicación lejos de ser un tratamiento es en realidad un dopaje. En el libro Volviendo a la normalidad, escrito en colaboración con otros autores, desmitifica este diagnóstico tanto del TDA como del TDAH  y del llamado Trastorno Bipolar Infantil.

 El TDAH se basa para el autor en razonamientos falaces. Decir que se mueve mucho, es inquieto no define ninguna entidad clínica.  No se puede tomar lo que supuestamente ayuda como causa explicativa, no se puede diagnosticar en base a la explicación del consecuente, ni en base a petición de principio, no hay marcadores neurobiológicos, hay fallos en los estudios metodológicos y afirmaciones muy dañinas, divulgadas como verdades como que los niños con TDAH tienen el cerebro más  pequeño.  

  Hay un poderoso lobby  farmacéutico con intereses económicos muy claros.  Se encuentran con frecuencia que personas que defienden el TDAH tienen conflictos de intereses. 

 Es un tema que hay que replantearse a nivel institucional.

  Cuando un diagnóstico  se reduce a unos cuantos síntomas está viciado por  las siguientes dicotomías, explicadas por Pérez Álvarez:

  1-  Efecto túnel. Tender a ver  como comportamiento TDAH cosas que no son.

 2- Efecto zoom. Esos comportamientos quedan magnificados, exagerados y ya no vemos más que esos comportamientos.

   3- Efecto Charcot, muy a menudo el niño termina comportándose como se espera por el diagóstico. 

  Y así se suple la falta de evidencias con retóricas y metafísicas implícitas.

 Es retórica, no ciencia, hablar de síntomas que ya es prejuicioso; basarse en razonamientos tautológicos; apoyarse en falsos consensos; usar datos convergentes sin ser ninguno firme;  hablar de un trastorno complejo del que no hay evidencia. 

 Es metafísica, no ciencia, apelar al métodos científico, desde una la tendencia cerebro-centrista, en el que se le atribuye  lo que se debería atribuir al contexto social e histórico; homogeneizar  a los sujetos por el diagnóstico, donde la legitimación no viene por pruebas;  tomar correlatos neuronales  y correlaciones estadísticas como bases y causas (gen-centrismo y cerebro-centrismo). 

  Diagnosticar a los que se salen de los estándares como TDAH es un desastre , el propio diagnóstico produce un estigma y la medicación perjudica. 

Un problema no es una enfermedad y debe de atenderse sin necesidad de diagnóstico. 

¿Qué hago si mi hijo está tomando  medicación  para el TDAH y quiero que la deje?  Infórmese: Léase el libro Kit de supervivencia par la salud mental y retirada de psicofármacos.  Se puede descargar de internet. La retirada de los psicofármacos es un proceso  delicado que hay que realizar con sumo cuidado.

  Y, sin duda,  hágalo de la mano de un especialista, un buen profesional que conozca el tema de la retirada  de psicofármacos a  fondo.   

 Unas ultimas palabras  ir  contracorriente siempre es complicado, el TDAH está asumido de tal manera, que  si lo criticas  es como si fueras contra la evidencia, porque se ha institucionalizado  ya como  “idioma cultural”.  Sin embargo es  obligado decir que  es insostenible como entidad clínica. Y… vistos los efectos secundarios que produce, arriesgado medicar a nuestro hijo.  

  M.ª Rosa Arija Soutullo, Psicóloga