El padre de Fernando, amigo de Mario, me animó a ir una asociación de familiares de personas con enfermedad mental en nuestra zona.
Me pareció interesante y me presenté en la siguiente reunión semanal que mantenían en un local del ayuntamiento. Eran reuniones pequeñas en las que solían asistir entre 4 y 6 personas, 8 personas algún día a lo sumo.
Casi todos eran padres o madres de hijos con problemas psiquiátricos, tipo esquizofrenia. A mis 49 años yo era la más joven con diferencia, ya que la mayoría eran de 60 años para arriba, y me daba la sensación de que era casi como un club de jubilados, se hablaba de los hijos y sus problemas. Hablaban mucho de temas económicos, que les preocupaban mucho, pensiones, el futuro de sus hijos, el tema de herencias era muy recurrente, y a mí se hacía un poco cansino.
Juan Ramón, el presidente, era un hombre preparado, inteligente, pragmático, y dirigía muy bien las reuniones intentado darles una orientación práctica. Un día organizó una barbacoa en su chalet a la que asistimos varios padres/madres e hijos, y lo pasamos muy bien.
El hijo de Juan Ramón, Rubén, estuvo presente, no hablaba demasiado, tenía alrededor de 40 años y me llamó la atención su aspecto, estaba bastante gordo, como hinchado, con la piel de un color grisáceo, no se le veía saludable. Llevaba muchos años como paciente psiquiátrico y me pregunté si quizás fuera por la medicación.
Otro día el padre de Fernando organizó una visita guiada a un centro de formación militar en una zona de campo. La visita incluyó una unidad especializada en la desactivación de minas anti-persona, que fue muy interesante. Pasamos una mañana amena y agradable.
En una de las primeras reuniones que asistí, hablando sobre las medicaciones antipsicóticas que estaban tomando algunos de nuestros hijos, salió el tema de que les causaba impotencia. Yo no tenía ni idea, primera noticia para mí. Mario nunca me lo había dicho, supongo le había dado vergüenza comentarlo.
Juan Ramón dijo que los chicos a veces dejaban de tomar la medicación por ese motivo, sobre todo si podían tener alguna oportunidad sexual. Comentó que a su hijo Rubén de vez en cuando le daba dinero para que fuera a un puticlub, ¡increíble!… Me pregunté si también le suministraba Viagra.
Había una madre que venía a las reuniones con un hijo con esquizofrenia. Había perdido a otro hijo también con esquizofrenia que se había suicidado. Era una mujer con mucho carácter y nos prohibió mencionar la palabra suicidio en su presencia.
A la vez que los padres teníamos nuestra reunión, nuestros hijos y familiares afectados también tenían la suya como parte de la asociación “Adelante” en un bar cercano. Pensé que seguramente sería bastante más divertida que la nuestra.
Cuando fueron los confinamientos del covid se dejaron de hacer las reuniones presenciales y se empezaron a hacer a través de Zoom. No era lo mismo, pero por lo menos se mantenía el contacto.
Cuando comenzó la campaña de vacunación, los padres empezaron a hablar sobre que se iban a poner la vacuna o iban a llevar a sus hijos a ponérsela. Yo para entonces ya estaba despierta a lo que suponían esas vacunas e intenté avisarles, sin embargo, la reacción fue que me prohibieron terminantemente hablar sobre esta cuestión. Lo que me decidió a dejar de asistir a las reuniones, ¿qué sentido tenía estar en una asociación en la que no existía libertad de expresión?