
Entrevista al doctor José Luis Carrasco, psiquiatra, catedrático y jefe de servicio del Hospital Clínico San Carlos. Firmado por Fernando Ruiz Sacristán
Gaceta Médica 23 octubre del 2024
Nadie niega el sufrimiento de las personas psiquiatrizadas. Lo que se afirma es que la solución no son los psicofármacos, tremendamente nocivos, ni sus tratamiento forzados, como el electroshock, o encerrarles y atarles en una cama. La solución no es tratar a las personas como animales y quitarles su libertad. (Una madre)
El primer error que usted comete es englobar en el mismo saco a los diferentes movimientos que se quejan del actual modelo psiquiátrico, que no son pocos, visto los daños que ciertos colectivos vivencian de las actuaciones de la psiquiatría. Seamos honestos, parece que les molestan las críticas y se defiende diciendo que haciendo tambalear su sistema, el de la psiquiatría imperante en la sociedad española, se daña a los pacientes que padecen enfermedades graves.
Hace una síntesis común para todos los que se les oponen, que cada vez son más, porque el sistema que ustedes defienden y permítame que se lo diga, como persona que soy libre de opinar, hace estragos, de los que ustedes quieren defenderse, sin asumir responsabilidades.
Vamos a realizar un análisis de los antipsiquiatras, aquellos que se oponen a la psiquiatría que mayoritariamente se practica y para ello vamos a mencionar a tres grupos.
El primero y el más importante es el de los expacientes, muchos paciente graves según ustedes que han tratado y que están profundamente rebotados contra ustedes, no es uno ni dos, sino que son una legión los aquejados de sus prácticas y hasta les tienen miedo. Las experiencias que cuentan son tan crueles, tan devastadoras que te sobrecogen y no son el producto de un delirio, ni de alucinaciones, sino de los tratamientos que ustedes les aplican. Hay que aceptar que existen movimientos que provienen de los pacientes, son ellos los que hablan y sanamente se defienden y tienen sus manifiestos, donde narran los fallos que ustedes comenten.
Ustedes lo saben, pero de cara a la opinión pública no los expresan. No les dicen ni siquiera a los mismos pacientes, que los efectos secundarios de los antipsicóticos que toman esos enfermos a los que usted dice que “la antipsiquiatría actual deja en el camino porque los recursos se van por otros derroteros” son difíciles de tolerar. ¿Será por casualidad que un cincuenta por ciento no es capaz de adherirse al tratamiento? No es el comportamiento que expresa cualquier enfermo de otras especialidades de la medicina, porque sí nota una mejoría en su salud. Me puede usted decir qué ideología hay en ellos, qué carácter acientífico.
Porque ustedes, podrían investigar y obtener conclusiones de las quejas, de las profundas protestas de este colectivo y plantearse una cuestión:
Si los tratamientos que proporcionan son la opción correcta, ¿qué está sucediendo para que un colectivo tan amplio se lamente y disienta de sus quehaceres?
Se rebotan, claman profundamente, por la ineficacia, y no sólo por la ineptitud de unos tratamientos -que podrán ser todo lo científicos que ustedes quieran- pero hacen daño y provocan una honda destrucción de la persona en todos los ámbitos.
Y ustedes saben hablando de los antipsicóticos, que los llamados antipsicóticos de segunda generación, según estudios bastante serios, no mejoran los resultados.

Mire, hasta en una campaña de Janssen destinada a concienciar a las familias de la necesidad de la medicación en la esquizofrenia, , se pintan unos dibujos con los efectos secundarios, que solo al verlos se te pone la carne de gallina. Ya simplemente la acatisia, esa inquietud motora terrible, que no le deja al paciente estarse quieto, una desazón que se siente tanto por fuera como por dentro, que es difícil de soportar, muy difícil, e induce a la desesperanza y también, por qué no decirlo, al suicidio.

Pero ustedes, a los enfermos les hacen trampa, les engañan con la idea de salvarlos con su bienintencionada idea, les meten en distintos callejones sin salida, que ustedes, por supuesto no hacen públicos y el más grave es el de la invalidación de por vida que produce la medicación con antipsicóticos. Porque ustedes, en un tanto por ciento muy elevado hacen a esas personas inválidas. Ustedes les disponen una ratonera, reitero. ¿Pueden los enfermos trabajar en tales condiciones? Yo creo que es imposible. Les han dado ustedes un hachazo a su personalidad y a su ser.
Los afectados se lamentan de lo mal que se encuentran, de las dificultades sociales que tienen porque les falta vitalidad, de la imposibilidad de tener relaciones íntimas, de una disminución de los deseos sexuales, de aislamiento social…
Los afectados se lamentan de lo mal que se encuentran, de las dificultades sociales que tienen porque les falta vitalidad, de la imposibilidad de tener relaciones íntimas, de una disminución de los deseos sexuales, de aislamiento social, de incomunicación, de no tener la memoria de antaño, de encontrarse con la cabeza mal, de las dificultades para hacer ejercicio, del trauma de estar internados, en el que viven peor que una cárcel, del trato que reciben, de ser la peor experiencia de su vida, se quejan por los tratamientos forzados, por los inyectables, de los electroshock, de las contenciones mecánicas, de los internamientos involuntarios, de los diagnósticos con los que no se identifican, de la mala calidad de vida, de los síndromes metabólicos que producen en sus organismos y del freno que ha supuesto en toda su vida.
¿Científicos, no científicos? Quedaría el tema en segundo lugar si esos tratamientos no fueran destructivos, si no hicieran daño. Pero muchos especialistas los discuten y afirman que a ustedes les engañan las farmacéuticas, que les hacen creer en unas investigaciones que están sesgadas, publicando sólo las que están a favor de los tratamientos útiles. Pero supongamos que sean útiles… ¿ Para quién, para el enfermo? Porque al enfermo no le curan su enfermedad, sino que la cronifican, haciéndole que acepte que no puede sanar y además, su organismo se deteriora más rápido de lo normal, y que al psicótico le acorta la vida entre 20 y 25 años, a la vez que le produce desesperación, dolor, malestar impotencia, y… le abre las puertas al abatimiento y desánimo.
No se trata de lo científico, se trata de lo ético, de los humano, de lo que ayuda a crecer, de lo que cura, de abrirles a los que sufren mucho la esperanza a un futuro mejor.
¿Y a usted le parece que esos señores a los que por derecho propio, por haber sufrido mucho a causa de sus intervenciones, son antipsiquiatras? ¿ Y también están cerca de los conspiranoicos y de los antivacunas, por defender sus derechos, por buscar alternativas -que las hay- a tratamientos menos invasivos y con mejores resultados? Porque claro, ellos, muchos, son antipsiquiatría, porque han experimentado en carne viva, en ellos mismos, todas las limitaciones que tiene el actual modelo que ustedes practican. ¿No es hora de que ustedes se planteen la necesidad de purgar responsabilidades y cambiar de paradigma?
Pero dígame usted ¿qué de científico tienen los manuales que ustedes emplean? Saben perfectamente que el DSM por ejemplo, describe trastornos faltos de fiabilidad y validez científicas. Thomas Insel como director del National Institute of Mental Health,-la organización científica más grande del mundo- abandonó el DSM-V porque carece de validez científica y lo compara a un diccionario. Es una guía completamente acientífica. Como sabrá, desde los años 80 con su tercera edición, se demostraron los conflictos de intereses que había en la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) y que no han dejado de crecer. Describen trastornos, nunca “enfermedades mentales”, porque a día de hoy no se ha podido demostrar científicamente que existan.
¿Un enfoque ideológico? Si a veces estos enfermos no pueden ni con su alma, si a veces parecen zombis que se desplazan arrastrando los pies, de los chutes de medicación que ustedes les meten y que no les dejan ni pensar. Hay quien dice, gente de su profesión, que las medicaciones son más fuertes que cuando existían los manicomios.

El segundo grupo es el de los familiares de los afectados por la psiquiatría. Muchos de ellos han pasado años creyendo en ustedes, con los ojos cerrados, dándoles sus votos de confianza, hasta que han visto al desastre que la psiquiatría ha llevado a sus hijos. Pensaban que ustedes sabían lo que hacían, confiaron en ustedes, hasta que viendo el desastre de la vida de sus hijos y haciendo una comparación entre un antes y un después han abierto los ojos y han empezado a ver que sus hijos y ellos mismos, padres, hermanos, hijos de los afectados, han sido víctimas de lo que ustedes no quieren ver -pero que es evidente- con una mirada profunda.
Muchos familiares siguen creyendo en ustedes, pero otros muchos no, entre los que se hallan muchos padres que han visto cómo poco a poco sus hijos se iban deteriorando y aplicándosele un diagnóstico cada vez más grave, una medicación cada vez más fuerte, empezando a haber ingresos en hospitales psiquiátricos, por el propio desgaste causado por la medicación, lo que ustedes niegan. Familiares que se han preguntado. ¿Qué falla en el sistema de la psiquiatría? ¿No me dijeron que la medicación terminaría con su malestar, que se encontraría mejor? ¿Ha sido eso cierto?
¿Cuál es la vía de entrada a la medicación psiquiátrica? Desgraciadamente el médico de cabecera, que en el año 2013 era responsable, según encuestas del 61% de la dispensación de medicinas psiquiátricas. ¿Pero a ustedes les parece que España, un país lleno de encantos esté en los primeros puestos del consumo de benzodiacepinas, drogas muy peligrosas, porque más allá de unas semanas crean una fuerte adicción? Mire, el sistema falla, entre otras cosas por el monopolio interno que ustedes, invisible hacia fuera, quizás sin darse cuenta, ejercen sobre el sistema de salud mental. Hay seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, psicólogos, que por poco que supieran, y mal preparados que estuvieran, ejercerían como una puerta de contención para el acceso a la medicación psiquiátrica, que se mire como se mire, es un problema para quien termine enganchándose a ella. Y… desgraciadamente, no soluciona nada, sino que con mucha frecuencia es la primera escalada a otras drogas más poderosas de la psiquiatría.
¿Cómo pueden ustedes decir que el paradigma de la psiquiatría es el adecuado y que todos los que están, de una u otra forma, intentando que ustedes examinen su actual paradigma, por el bienestar de todos, nos parecemos a los conspiranoicos, a los antivacunas, que tenemos una visión ideológica y anticientífica? No, no digo que en estos grupos no haya antivacunas, los puede haber, pero es una elección en el campo de su libertad personal.

En estos grupo de padres, de familiares, hay de todo tipo de personas, con un objetivo común, dar a conocer que hay afectados de la psiquiatría, familiares y enfermos afectados, profundamente afectados por su tratamientos y por sus faltas de herramientas, en el que ustedes son el eslabón fundamental de un sistema de salud mental que hace aguas por todas partes, de un edificio lleno de goteras, y de sin sentidos, de un edificio actual que se apoya en un modelo biomédico y por tanto en una medicación que hace un daño terrible, en el que ustedes no evalúan los cuentos, más gordos que los de Caperucita, o cualquiera de los otros clásicos, que a ustedes mismos les cuentan las farmacéuticas con sus avances en la salud mental.
Ustedes me dirán que las medicaciones psiquiátricas no son drogas, que no hay enganches, ni adicción, ni mono. Pero ustedes están usando las palabras como les da la gana, no como las entiende el hombre de la calle, no como los familiares han visto qué sucede cuando un paciente psiquiatrizado intenta dejar una pastilla.
Sí, no es el mono de la cocaína, ni de la morfina, pero es un mono muy peligroso, del que ustedes no hablan, porque si hablaran claro, tanto al paciente como a las familias, se nos pondrían los pelos de punta, y les diríamos: ¿No hay otra solución doctor? Y… ¿qué dirían ustedes? A lo mejor podrían informar de la Ley de Autonomía del Paciente (41/2002), del artículo 8 que describe el consentimiento informado, del ofrecimiento de otras alternativas tal como establece dicha ley y tal como exige su propio código deontológico como médicos.

Aquí hay muchos intereses creados, muy lícitos, en apariencia algunos de ellos, pero… ¿éticos? A ustedes, a un grupo importante de ustedes las farmacéuticas, les pagan viajes, congresos, investigaciones… Esas retribuciones aparecen en la página de transparencia de la empresa farmacéutica Janssen. En fin, no voy a dar cifras, pero visto desde la perspectiva de la ética de las familias que sufren y de los pacientes, se trata de un escándalo. Las farmacéuticas, apoyan congresos para que se estudien y evalúen sus productos. Invierten grandes dispendios en marketing y publicidad y se insertan por todos los recovecos del mercado de ventas, hablan de sus maravillosos productos y se defienden como “gato panza arriba” para mantener un mercado de beneficios supermillonarios. Ciertamente, a ustedes les dan las migajas de esos beneficios, que ustedes mismos fomentan para que revierta en las multinacionales, que ofrecen medicinas milagrosas pero que a la hora de la verdad son un desastre para la población de a pie.

El trastorno de atención y de hiperactividad constituye uno de los modelos negativos de lo que ustedes están haciendo. ¿Una afección crónica que dicen ustedes afecta a millones de niños y a menudo continúa en la edad adulta? Mire usted, ¿dar a niños anfetaminas? El medicamento más vendido parece ser Concerta. Toda la vida ha habido niños más nerviosos, enérgicos, que daban guerra en una clase. ¿Medicarlos? Si ni siquiera desde los protocolos se recomienda hacerlo antes de probar otras vías… Es muy probable, que cuando todos esos padres despierten, haya legiones de padres en contra de ustedes, pidiéndoles a gritos responsabilidades, pidiéndoselas al sistema de salud. Pero claro, para las farmacéuticas esos nichos de mercado de medicación que son la infancia y la adolescencia, son un negocio redondo. Ya lo decía un C.E.O de Pzifer: “Cáptales pronto y les tendrás de por vida”. En los niños inquietos hay que promover el deporte, sacarles de paseo, a correr, a estar en el parque, a jugar, y… entender que como hace cincuenta años, en la época de la primera antipsiquiatría, se trata de esperar a que maduren, porque su comportamiento inquieto o hiperactivo puede estar motivado por muchos factores sociales, familiares, tecnológicos…O simplemente porque son precisamente, eso, niños. Y también tienen derecho a ser niños.

¿Conspiranoicos, cercanos a los conspiranoicos, que promovemos que los trastornos mentales son construcciones mentales impuestas por una sociedad opresiva? ¿Ustedes creen que los familiares que han sufrido en sus propias carnes las garras del sistema de salud mental actual, tienen tiempo para ser conspiranoicos, para pensar que los trastornos mentales proceden de la sociedad opresiva, que acaso nos falta algún que otro tornillo de la cabeza? Usted o ustedes ¿creen que tenemos tiempo para ser conspiranoicos? No se confundan, analizamos la realidad psiquiátrica con un escaner de alta potencia, el más desarrollado que existe en el mercado, comprobamos una a una nuestras afirmaciones, porque a nosotros mismos nos cuesta asumir que por nuestra ignorancia, nuestros hijos han sufrido, o hasta han podido formar un número de la lista de esos suicidios o intento de suicidio inexplicables, movidos por la desesperación y el sufrimiento más profundo al que un ser humano se puede enfrentar. Pero… las farmacéuticas, lo que hacen, en sus experimentos es tapar esa conexión que puede haber entre sus tratamientos, entre los efectos secundarios de la medicación y las acciones de nuestro hijo, hermano, padre, marido.
¿Cambio de paradigma? Desde el área de los familiares afectados, nos parece urgente, transcendental. Piénselo usted, de cercanos a los conspiranoicos, a los antivacunas, nada. Somos afectados, lo hemos sufrido en la carne de los nuestros y no toleramos que se nos pongan etiquetas. Pero lo decimos en voz muy alta: el sistema psiquiátrico tiene no sólo que cambiar de paradigma, sino dar un viraje total, para según mi opinión, empezar a dejar de hacer daño.
¿Realmente ustedes han cerrado los psiquiátricos? No, ustedes simplemente, han cambiado los muros del manicomio por las camisas de fuerza que suponen los antipsicóticos. Quizás el espacio exterior haya mejorado. ¿Pero el interior? El manicomio se vive desde dentro del propio paciente, que abotargado, drogado hasta las cejas, deja de ser persona.
El tercer grupo de antipsiquiatras viene desde sus mismos miembros. Hay varios movimientos. Lo que dicen es importantísimo. Marcan una ruta que en nada deja abandonado al enfermo sino que se coloca a su lado desde una perspectiva humana, justa y clarificadora. ¿Esa es la antipsiquiatría que a ustedes les hace daño? Será a ustedes, pero no a los pacientes. Le transcribo una parte del manifiesto de la X Jornada de la Revolución Delirante, formada por profesionales con los mismos estudios que ustedes.

Hablan ciertamente de que es necesario un cambio en el paradigma de la psiquiatría, y dicen lo siguiente:
– Sabemos que perpetuamos un sistema de cronificación.
– Debemos derribar los muros que estamos construyendo.
– También la violencia blanqueada de los servicios sanitarios.
– Queremos terminar con el etiquetado diagnóstico.
– No debe de leerse las historia clínica de alguien antes de conocerle. Y menos creer que si le conocemos podemos opinar sobre alguien.
– Debemos de dejar de arrastrar los diagnósticos de las personas.
– El diagnóstico debe de ser consensuado, ya que puede provocar daño y no se trata de una verdad universal.
– Debemos de evitar la infantilización de las personas que acompañamos.
– El paternalismo es violencia. También la coacción y la amenaza…
¿Es antipsiquiatría dañina pretender crear espacios de encuentros abiertos a todos? ¿Potenciar la formación en psicología clínica? ¿Acercar la locura y la salud mental a la comunidad para su mutua interacción?
Otro grupo disidente de sus principios es el del llamado Nueva Psiquiatría, que hace analiza los desastres de las etiquetas psiquiátricas, fundamentalmente de la esquizofrenia y de la psicosis maniaco-depresiva, que pone en solfa los métodos diagnósticos, que manifiesta el perjuicio profundo de calificar a alguien como esquizofrénico, que habla de la intoxicación medicamentosa.
Bien pero no son las únicas opiniones en su contra, hay muchas más. Sobre todo por los métodos que utilizan. Joanna Monfrieff, colega de ustedes afirma rotundamente: “Muchos psiquiatras no quieren hacer frente a los daños que sus tratamientos pueden producir, discinesia tardía, trastornos metabólicos, reducción del volumen cerebral , con pérdida de masa gris en todo el córtex”. Sigue Monfrieff diciendo: “los psiquiatras necesitan reconocer la forma en que los fármacos antipsicóticos hacen tan miserable la vida para muchas personas, incluidos quienes pueden llegar a sufrir más tomándolos que si no los tomaran”.
¿ Es esa la cura que ustedes ofrecen?
Ustedes saben, por los estudios que se han realizado que los antipsicóticos producen efectos adversos siempre, desde el letargo extremo, hasta movimientos faciales indeseados, ustedes saben que los antipsicótico activan una importante vía inflamatoria en el cerebro, lo que altera la morfología y la función de las sinapsis encargadas de mantener una actividad cognitiva dinámica y que todo eso crea dificultades para planificar tareas… ¿Y les parece adecuado que no se intenten cambios en el paradigma de tratamiento y se busquen otras alternativas?
Pero esta no es la única locura de los métodos de la psiquiatría imperante, porque cerrar los esquemas a no buscar nuevas fronteras de tratamiento, nuevas vías que no sean la medicación, abrirse a un cambio de modelo, ciertamente, desde mi modesto punto de vista, me parece una locura que está costando mucho sufrimiento a los mal llamados pacientes mentales.

Devaluarnos no es nada científico. ¿Le parece a usted que yo, la abajo firmante puede estar cerca de los movimientos conspiranoicos y antivacunas? Soy una madre afectada, muy afectada y una profesional que he trabajado desde los 21 años hasta que me jubilé. Le pido por favor, respeto, no devaluarnos con unas etiquetas, a la que según usted nos acercamos. No simplifique usted doctor don José Luis Carrasco, hay muchos antipsiquiatras, cada uno pone el acento donde más le duele. Le pido respeto por mí y por todos los que opinan de forma diferente, porque en eso está uno de los principios de la democracia.
Son ustedes, los que no analizando sus resultados, no haciéndose responsables de los daños, generan en los enfermos sensación de desesperanza.
¿Tumbar el actual sistema de la psiquiatría? Personalmente, le soy honesta, lo tumbaría ahora mismo, para desde cero, y reseteando lo positivo, los que vienen detrás de mí, encuentren un mejor sistema de salud mental, de ayuda y de comprensión para el que sufre.
María Rosa Arija Soutullo – Psicóloga
Teresa
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