Este trabajo consta de tres partes engranadas por dos hechos, el asilo psiquiátrico, y la experiencia que en él tuvieron tres personas. Dos de ellas muy conocidas en el mundo de la cultura: Vincent van Gogh y Antonin Artaud. La tercera, un paciente anónimo actual, cuya ligazón con los dos anteriores es la trayectoria, en este caso, y de momento, frustrada en el mundo de la música. Hablamos así, de un pintor, un escritor y un músico.
Antonin Artaud también es es nexo de unión, entre Vincent van Gogh, al cual le dedica uno de sus trabajos, y con Carlos Pérez (seudónimo) a través del tratamiento demoledor del electrochoque, como le llamaba Artaud.
La experiencia de estar internados es muy distinta, las consecuencias también.
Las preguntas que flotarán en el ambiente son varias. Entre ellas, ¿cuál es el avance de la psiquiatría? Hay realmente un avance? ¿O nos encontramos en una situación más oscura y degradada que hace más de un siglo?
Los documentos analizados son la correspondencia de Vincent en el periodo que estuvo hospitalizado en el manicomio de Saint Remy. La carta a los directores de asilos y Van Gogh, el suicidado de la sociedad de Artaud y el testimonio del padre de Carlos sobre el calvario de su hijo.
Empezaremos hablando de Artaud como nexo de unión de Vincent van Gogh y Carlos Pérez.
Carta a los directores de asilos de locos, por Antonin Artaud (1925)
Fue por casualidad que dí con esta carta de Artaud escrita en 1925, cuando el actor, escritor, pintor francés, ya había tenido la terrible experiencia de estar en manicomios.
Artaud, una víctima más, sabía de lo que se hablaba. Había sufrido en su propia carne el estar internado, privado de libertad. Y como un toro herido ataca al sistema imperante en aquellos años en el trato del calificado enfermo mental, cargado de razón porque nos habla de sus experiencias. Un Artaud con una mente lúcida, artista, que perteneció al grupo de los autores del movimiento sub-realista, y cuya contribución al teatro actual es indudable. Marcó sendas, y fue por un camino singular y creativo.
Nació en Marsella en 1895, poco antes de que falleciera Vincent van Gogh, y murió en 1948. A los cinco años tuvo una meningitis que parece le dejó secuelas e intensos dolores de cabeza. Con 19 años ingresa por primera vez en un manicomio.
Entre otros escritos se hizo famoso por el publicado acerca de van Gogh , realizado en 1946. Empecemos con el análisis de la carta, al que podrían unirse muchos afectados por la psiquiatría, porque expresan una realidad actual.
Señores:
Las leyes, las costumbres, les conceden el derecho de medir el espíritu. Esta jurisdicción soberana y terrible, ustedes la ejercen con su entendimiento. No nos hagan reír. La credulidad de los pueblos civilizados, de los especialistas, de los gobernantes, reviste a la psiquiatría de inexplicables luces sobrenaturales. La profesión que ustedes ejercen está juzgada de antemano.
Artaud pone el dedo en la llaga ante un derecho democrático, nadie tiene potestad para medir el espíritu. Los psiquiatras no han sido preparados para ello. Va contra los derechos humanos.
Estamos ante un atavismo que hay que desterrar. Los psiquiatras son médicos. Pueden que sepan algo de los neurotransmisores, de algunos de los millones que hay en el cerebro. Pero nada más. Se les da el derecho de determinar un internamiento involuntario, sí con la autorización de un juez, lo que poco cambia los hechos, se les da una jurisdicción soberana y terrible sobre el calificado enfermo mental que atenta contra la libertad de la persona, ciertamente la credulidad de los llamados pueblos civilizados, la falta de conocimiento de la gente y… el secretismo de la psiquiatría contribuyen a ello.
Todo el mundo sabe que si es diabético y toma azúcar, envenena su cuerpo, los médicos te lo explican. ¿Pero explican acaso que cuando se dan antipsicóticos inflaman el cerebro de los pacientes? ¿que los antipsicóticos acortan la vida, que las medicinas psiquiátricas crean terribles efectos secundario, y que inducen en ocasiones ideas de suicidio?
Las palabras de Arnaud son justas. Si oyéramos hablar a muchos pacientes dirían: No a mí, todo eso no me lo han explicado.
¿Las palabras de Artaud son las de un loco? Se ve mucha coherencia en todo lo que dice, porque ciertamente se ha revestido a la psiquiatría de luces sobrenaturales que no tiene y se sigue creyendo, sin datos objetivos, que lo demuestren que pueden mejorar la calidad de los llamados enfermos mentales, obviándose los desastres vitales que ocasionan.
Sigue Artaud en su carta:
No pensamos discutir aquí el valor de esa ciencia, ni la dudosa realidad de las enfermedades mentales. Pero por cada cien pretendidas patogenias, donde se desencadena la confusión de la materia y del espíritu, por cada cien clasificaciones donde las más vagas son también las únicas utilizables, ¿cuántas nobles tentativas se han hecho para acercarse al mundo cerebral en el que viven todos aquellos que ustedes han encerrado? ¿Cuántos de ustedes, por ejemplo, consideran que el sueño del demente precoz o las imágenes que lo acosan, son algo más que una ensalada de palabras?
Los psiquiatras, en general, se basan en dos vademecums que no son nada científicos para diagnosticar, y en el que las categorias diagnósticas cada vez se multiplican, el DSM y el CIE. El pensamiento de Artaud es lúcido, coherente, y señala la falta de acercamiento al enfermo mental, de la comprensión de su lenguaje, de la atribución de un lenguaje no comprensible, mezcla de palabras, cuando ahí está la expresión de su mundo y de sus conflictos. Artaud es un escritor, un hombre que maneja el lenguaje, que fue una revolución en Francia para el teatro de su tiempo. Artaud plantea una reflexión muy profunda a la psiquiatría, y al tratamiento de las personas clasificadas de enfermos mentales. Las palabras que siguen nos sobrecogen.
¡Y qué encarcelamiento! Se sabe -nunca se sabrá lo suficiente- que los asilos, lejos de ser “asilos”, son cárceles horrendas donde los recluidos proveen mano de obra gratuita y cómoda, y donde la brutalidad es norma. Y ustedes toleran todo esto. El hospicio de alienados, bajo el amparo de la ciencia y de la justicia, es comparable a los cuarteles, a las cárceles, a los penales.
No nos referimos aquí a las internaciones arbitrarias, para evitarles la molestia de un fácil desmentido. Afirmamos que gran parte de sus internados -completamente locos según la definición oficial- están también recluidos arbitrariamente
Aunque las condiciones materiales han cambiado, testimonios de pacientes actuales siguen identificándolas como cárceles, más cuando según datos recogidos hoy día se ha aumentado el número de contenciones mecánicas en los hospitales, así como la cantidad de medicación antipsicótica se ha multiplicado, encerrando al paciente en la cárcel de la química, más demoledora aún que el espacio externo de un manicomio. Se han cambiado las vallas del manicomio, por las vallas de los antipsicóticos, auténticas camisas de fuerza. La violencia hacia el enfermo sigue existiendo al no considerarlo persona, y anulando sus derechos en ingresos involuntarios.
Para Antonin la libertad de expresión es fundamental.
Y no podemos admitir que se impida el libre desenvolvimiento de un delirio, tan legitimo y lógico como cualquier otra serie de ideas y de actos humanos. La represión de las reacciones antisociales es tan quimérica como inaceptable en principio. Todos los actos individuales son antisociales.
Esperamos que mañana por la mañana, a la hora de la visita médica, recuerden esto, cuando traten de conversar sin léxico con esos hombres sobre los cuales, reconozcanlo, sólo tienen la superioridad que da la fuerza.
La lucidez, la enorme lucidez de Artaud, de sus reflexiones pone el dedo en la llaga de los demonios, sí, de los demonios internos de la psiquiatría, del dolor que a él y a cualquier paciente se le ocasiona cuando su voluntad y su forma de pensar se le anulan bajo el pretexto de su adaptación, de la relación de dominio del paciente mental al que a través de la medicación, de los internamientos involuntarios, de las contenciones, de los electrochoques y otras técnicas se ejerce sobre ellos.
M.ª Rosa Arija Soutullo
Psicóloga