La psiquiatría es un negocio que se basa en vender drogas, que lejos de curar, perjudican a personas con problemas que la psicología no sabe solucionar.
La psiquiatría y la psicología son un error y hacen mal, en vez de bien.

Mi primer ingreso fue debido a un intento de suicidio.
Me ingresaron y sin obtener ninguna respuesta de mí, ya que yo estaba asustado y desconfiaba de ellos, se basaron, como supe después al leer el informe, en declaraciones sobre mí persona de una prima mía la cual no tiene relación conmigo, que les habló de mis opiniones sobre el caso covid.
Ellos, desde su opinión oficial sobre este tema y basándose en su obsoleto e inútil manual, concluyeron que yo había pasado por lo que ellos denominan «brote psicótico».
Me impusieron una inyección de droga mensual por un año. En concreto Xeplion.
Esta droga me producía que mis ojos se movieran de forma involuntaria, además de acatisia. También lorazepam, que me produjo problemas del sueño al retirarlo y que me inducía ideas suicidas constantes. También me apuntaron en un «grupo de terapia» con personas que decían oír voces en su cabeza. Estas personas por lo que pude aprender de sus relatos, habían consumido drogas incluido alcohol y tenían problemas del sueño.

Posteriormente a salir del ingreso, mi problema de raíz persistía, obviamente, y por ello decidí voluntariamente entregarme a la psiquiatría de nuevo. No con esperanza de que solucionasen mi problema, ya que era muy consciente de que esto no estaba ni dentro de sus capacidades ni de sus intereses. Mi intención era que me sedasen con sus drogas para no sentir ni pensar en mi problema.

En esta ocasión me condenaron a un estigma de por vida. Un «diagnóstico crónico psiquiátrico»…
¿Cuál? Es irrelevante, ya que todos los diagnósticos psiquiatricos son un error, puesto que no se basan en la realidad, la raiz del problema, el cuál desconocen o no les interesa.

Al salir de este ingreso me volvieron a «pautar» una inyección, no recuerdo el nombre. Creo que fué Xeplion de nuevo. Dejé de acudir a la cita para la aplicación de la inyección.

Mi dilema seguía torturandome. Encontrándome entre la espada y la pared, tuve una intención de suicidio, hablo de intención, porque en esta ocasión no llegué al punto de arriesgar mi integridad física.

Me volvieron a ingresar y vuelta a imponerme el inyectable.


Después, ya en casa, ocurrió una mañana, que estando yo debatiéndome sobre mi dilema personal, no quise responder a las preguntas de mis familiares y me negué a hablarles. Actitud que provocó alteración en mi familia, por lo que decidieron llevarme de vuelta al psiquiátrico, aunque había respondido claramente a su pregunta sobre si quería ser ingresado, con un «no» claro y conciso.
Los psiquiatras no daban crédito a mi problema cuando se lo relataba ya que ellos tienen su punto de vista particular sobre esta vida, para ellos, tan solo somos una masa de materia regida por un equilibrio de sustancias químicas, y nada más.

En esta ocasión fui a caer en manos de una psiquiatra que quiso encerrarme por un periodo indefinido.
Durante este ingreso, una joven de dieciocho años a la cuál se le prohibieron las visitas de sus padres y se le retiró su material de dibujo, que era su única vía de escape en el ingreso, terminó quitándose la vida en el baño de su celda.


Pude escapar de esta situación solicitando el traslado a un psiquiátrico privado.

Volvieron a «pautarme» el inyectable de rigor, pero lo dejé tan pronto como pude ya que soy conocedor no solamente de que no ayudan sino que perjudican seriamente, cuerpo y mente.

Además, me volvieron a apuntar en un grupo de terapia psicológica, el cual abandoné tras comprobar durante meses la incapacidad de los profesionales para abordar ninguno de los problemas que presentabamos los que allí estábamos.

Voy a relatar un ejemplo:
Un día, una de las compañeras, de mediana edad, casada y con hijo, se puso a llorar desconsoladamente.
La psicóloga, después de largos minutos en silencio y sin darle una palabra de consuelo, propuso un ejercicio de meditación, el cuál se trató de ponernos en pié y sostener los brazos extendidos por periodo de varios minutos.
Cuando consideró que ya habíamos terminado el ejercicio, nos preguntó qué habíamos sentido. A lo que respondimos: «dolor en los brazos».
Nos dijo: «el dolor físico desvía la atención del dolor psicológico».
Nadie más pareció darse cuenta pero ese día nos propuso, consciente o inconscientemente, como remedio al sufrimiento, la autolesión.
Creo que con este ejemplo, aunque extremo, queda de manifiesto la ineptitud de la psicología. Y como este, muchos otros casos a diario.

Risperdal me produjo acatisia. Lo dejé. En esta ocasión, la abstinencia a esta sustancia tan potente, sumado a mi problema aún sin resolver, mas la conducta de algunos de mis familiares, provocó que llevase a cabo el intento de suicidio más grave de mi carrera.

Esta vez tuve que pasar por el quirófano y posteriormente me tuvieron totalmente atado, durante todo el ingreso en post-cirugia. De ahí, me volvieron a trasladar a psiquiatría y volví a solicitar el traslado al privado.

Durante mi estancia en el quirófano, otra conocida compañera del psiquiátrico privado, se quitó la vida. Tenía veintipocos años. Estaba bajo tratamiento psiquiátrico y psicológico.

Después de unas tres o cuatro inyecciones de Abilify, volví a dejarlo.
Los efectos de esta droga fueron: alteración de la personalidad, anulación de la libido, impotencia y anorgasmia.
Superé la crisis de abstinencia de la droga, que me vino al de dos meses de dejarla y me duró una semana o dos.

Llegó por fin el día, en que mi dilema mental encontró su solución sin necesidad de ninguna droga.
No solamente se resolvió mi problema, sino que a la par encontré la felicidad.
Por cierto, mi problema era la condenación y encontré el perdón y la misericordia en la persona de Jesús y en su obra. Y la felicidad en perdonar a los demás.


Pese a que sobre mí, aún pesa el «diagnóstico psiquiátrico», vivo tranquilamente, sin intención ninguna de dañarme, ni mucho menos atentar contra mi vida, y tampoco sufro de los efectos de las drogas, los cuales desaparecieron con el tiempo.

Aprovecho para agradecer al Señor por toda esta experiencia y por haberme cuidado y salvado la vida en tantas ocasiones.
Por todas las personas a quienes he conocido, sobre todo las que me han ayudado.

Dios os bendiga.

Firmado: Héctor Libertad

Comentarios (2)

  1. Responder

    Muchas gracias por tu testimonio. Has sido muy valiente al contar tu historia que ayudará sin duda a mucha gente cuando lo lea a reflexionar sobre las salidas a los conflictos vitales.
    Tu testimonio tiene una fuerza impresionante, la misma que tienes tú y late en tu interior. Esa fuerza te hará dar grandes pasos en tu vida.

    • Lucas Caccamese

      Responder

      Hola de uso oral para antipsicotico, me inyetaro invega trinseca con la praxis el psichiatra matriculado, quede invalido no logro trabajar y hacer deporte hace casi 5 años

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