La Corrosiva Etiqueta a la Familia
Vayamos desde la comprensión de que etiquetar es peligroso. Entraña una clasificación, una impresión de que algo ha sido identificado como poseedor de unas cualidades intrínsecas, evidentes y duraderas.
Además, en virtud de derivar su sanción oficial de un sistema de clasificación aprobado, como pasa con el DSM y el CIE, se afianza la creencia de que la etiqueta designa un atributo válido y significativo.
Por otro lado , lo que se cosifica, permanece así, la etiqueta perdura mucho después de que los síntomas que la han suscitado hayan desaparecido.
Dado que las etiquetas psiquiátricas entrañan implicaciones peyorativas, permanecen como estigmas, conllevando actitudes sociales de chivos expiatorios, y autoimágenes distorsionadas, allanando el camino a las profecías autocumplidoras, como nos dice Theodore Millon.
Los psiquiatras nos pueden contestar que hacer clasificaciones facilita la organización de los datos y favorece la comunicación entre los científicos. Bien, pero no se puede negar que tiene una parte de enorme agresividad y es la de favorecer el estigma social que supone declarar a una persona enferma mental, así como problemas de fiabilidad respecto al diagnóstico y tratamiento de los trastornos.
A. Korzibsky: el nombre no es la cosa, y cometemos un error al pensar que si hay un nombre para algo, ese algo tiene una entidad real o existe.
Los diagnósticos son juicios de valor basados en lo que una sociedad o un grupo considera como normal, o anormal.
No debemos olvidar que en el pasado fueron considerados como enfermedades mentales la dapretomanía (compulsión de los esclavos negros a escaparse), la hipersexualidad de las mujeres viudas o divorciadas y la homosexualidad (desaparecida de la clasificación de trastornos mentales en 1980). Según P. Watzlawick fue el mayor éxito en el campo de la salud mental de la historia humana. A golpe de lápiz, millones de personas fueron curadas de un trastorno mental.
Recuerdo, sin embargo, haber estudiado la homosexualidad como un trastorno en algunos libros de psicología, enfoques llevados adelante intentando buscar un trastorno que luego desapareció, pero que aún sigue siendo algo anormal en algunas partes del mundo.
Pasemos ahora a la familia. No se puede dejar de constatar que llevados por los prejuicios sociales, hasta algunos antipsiquiatras, copiando esquemas aprendidos, en ocasiones catalogan, hablando de madres esquizofrenógenas. No analizan que la familia es con cierta frecuencia un cajón de sastre en donde se meten todas las culpas de lo sucedido a los hijos, y si ciertamente a veces la familia puede tener que ver, pero con mucha más frecuencia sufre etiquetas dañinas, como generadora de la locura del hijo.
Cooper afirma que bastante frecuentemente encontramos entre los que se clasifican de esquizofrénicos madres muy dominadoras y figuras paternas nulas. Es decir que la madre ha sido etiquetada como muy dominadora y el padre como blando y débil. Esto es acientífico y un sistema muy, muy simplista.
Es decir que si a un hijo tuyo le califican de esquizofrénico, etiqueta dada sin pruebas científicas y más que discutible, porque está basada en prejuicios, y en diagnósticos no válidos, donde se toma un conjunto de síntomas de difícil interpretación por una realidad, etiqueta que debe de desaparecer, por el bien de la salud mental, eres como madre, en cierta medida, culpable de la esquizofrenia de tu hijo.
Es un gol que te meten con una etiqueta dañina, que desvía el tema más de doscientos cincuenta grados, de los graves problemas que causa la psiquiatría en su aplicación. Ya se ha encontrado un culpable, la familia, la madre, principalmente, con lo que estamos dentro de esquemas patriarcales y dominantes, para mí machistas, donde justificar lo injustificable. Porque los problemas humanos tienen muchas raíces, y además varían enormemente con el tiempo. Estos esquemas cosifican. La salud de alguien es una coordenada espacio temporal, como lo es la vida.
Ahora, analicemos otro hecho, si eres un negador/a de la etiqueta que le han puesto a tu hijo la psiquiatría de esquema biomédico, es que tú no estás bien, o eres una x, y tu principio de realidad falla.
Vaya, que para ellos que afirman que la psicosis tiene un correlato biológico, lo cual justifica su tratamiento, tu análisis de la realidad, de sentido común, no, porque te opones a ellos. Entonces ese esquema biomédico se lo saltan y a ti te juzgan con otros parámetros. No quieres ver lo que para los psiquiatras es evidente, que tu hijo está muy enfermo, tanto que va a necesitar medicación para toda la vida. Y tú, padre, o madre, debes de apoyarles. Ahora tienes que apoyarles, no ser un/a negacionista.
Dentro de la psiquiatría biomédica, o neurotrasmisora, tú no eres el responsable, sino la herencia genética, con lo que te venden sacarte de la culpa (da igual cómo lo hicieras, el responsable es la herencia), y ellos son los protectores de tu integridad y comprenden lo que sufren los familiares. Te hacen una aliada de su sistema, de su forma de trabajar. Ejercer un monopolio no te brinda herramientas para juzgar con claridad. Un argumento más para que tú creas en ellos y echar por tierra el avance que para la concepción de la enfermedad mental tuvo la antipsiquiatría, u otros paradigmas como el de Nueva Psiquiatría.
Ciertamente que la falta aparente de lógica en un discurso, del discurso de tu hijo, supuestamente psicótico, se entiende mejor analizando el ambiente familiar, donde desde pequeño se han aprendido sistemas de comunicación. Pero esos sistemas de comunicación son en una parte muy importante copiados de los valores del entorno social, que también tiene sus propias disfunciones. Aquí se puede analizar la paradoja, el doble mensaje que se le da a la familia del mal llamado enfermo mental.
Las familias son las segundas víctimas no sólo de la mala praxis psiquiátrica, de las etiquetas, del sufrimiento de los hijos, sino también de la justificación que de la enfermedad se da: Ellos, los hijos sufren por causa de los padres. Se desvía hacia los progenitores una culpa que tapa los desmanes sobre los llamados enfermos mentales que se produce desde el mundo de la psiquiatría y su enfoque biológico y neurotransmisor.
Los padres se encuentran en un terreno donde la culpa se les fomenta por varios costados, o bien por la herencia, o bien por haberlo hecho mal, ya que los hijos son la expresión de nuestras dificultades emocionales como padres, en su educación, o bien por no aceptar la enfermedad.
Para oponerse como defensor/a del tratamiento de la salud mental de nuestros hijos, hay que estar bien informados, porque se está jugando con nosotros y con ellos.
Cuando el diagnóstico pesa sobre la cabeza de nuestros hijos y sobre nuestras propias cabezas, la disyuntiva es dura. Si te adhieres a la psiquiatría clásica, ves cómo tu hijo va para atrás irremisiblemente con la toma de la medicación, los llamados psicofármacos.
Si te acercas a algunos otros esquemas de ver la supuesta enfermedad mental, te están echando la culpa de lo ocurrido: Madres dominantes, poco afectivas, padres débiles, madres sumisas, sometidas, padres violentos y castradores….
Te conocen? Creo que no.
No entremos en estas disyuntivas. No ayudan, sino que nos quitan fuerzas para situarnos en el presente. Tenemos un hijo que necesita nuestro apoyo, nuestro cariño, nuestra comprensión y amor.
Si está tomando medicación psiquiátrica hay que ayudarle, porque con mucha frecuencia sus efectos son desvastadores, y necesita todo nuestro apoyo, más que nunca, como si fuera más que un niño pequeño, porque a veces se encuentran en un estado de sufrimiento, impotencia y de invalidez tremendo.
No dejemos que nos hagan víctimas de las etiquetas, como a nuestros hijos.
Nosotros, padres, tenemos que investigar, conocer, estudiar, analizar, y la culpa, que por un u otro lado nos quieren poner nos paraliza. No entremos en el juego de la culpa. Ni tampoco en el juego de las explicaciones simplistas y de la psiquiatría biomédica. Nuestro hijo y nosotros somos mucho más que eso.
Por suerte, no todas las disyuntivas que se ofrecen de la salud mental van por ahí. Pero estas disyuntivas de tratamiento, muchas veces se les escapan a los padres que las desconocen. Hablaremos de ellas.
María Jesús Chocarro, Psicóloga (Seudónimo)